Tuesday, November 14, 2006

Hacia un calvinismo latinoamericano (1986), L. Cervantes-Ortiz

I. LAS FUENTES
Es difícil ser cristiano en el siglo XX. Pero es todavía más problemático serlo en Latinoamérica. Y esta dificultad se acrecienta si se es protestante, y por añadidura, presbiteriano. Además, ser cristiano evangélico-presbiteriano en México, se presenta, sino como una hazaña, sí como una enorme carga ante la sociedad en que vivimos, la cual demanda de nosotros una identidad bien definida que no desprecie ninguna de las realidades que la forman: el calvinismo reformado, de origen europeo, y la forma de ser tan nuestra, que pesa tanto a la hora de enfrentarse a la vida. Se nos reprocha por todas (desde la izquierda y desde la derecha) nuestro origen anglosajón. Se nos explica, sociológicamente como una secta más dentro del enorme abanico religioso que es el protestantismo mexicano. Semejante situación requiere, además de algunas aclaraciones históricas y sociológicas, una bien modulada actitud de respuesta que valla al fondo del problema.
Si consideramos que todo protestante latinoamericano es aquel disidente que ha adoptado una visión religiosa exógena a las sociedades latinoamericanas, podremos acercarnos un poco a la comprensión del fenómeno de crisis de identidad que se presenta en el interior de la iglesia evangélica, y, muy, en particular, en la vertiente presbiteriana de la misma, la cual, al igual que otras corrientes parecidas, se introdujo en el continente en la segunda mitad del siglo pasado. Este trasplante del protestantismo en América Latina se realizó con mayor o menor facilidad según la presencia o la ausencia de liberales en el poder. Minoritaria y marginal, esta nueva forma de ver el cristianismo en medio de condiciones adversas, ha logrado establecer escuelas, periódicos y obras sociales con el apoyo de sociedades misioneras extranjeras. Poco a poco se ha “latinoamericanizando”. Sin embargo, a medida que el camino que corre se hace más autónomo, la necesidad de explicarnos interiormente nuestra mentalidad e identidad calvinista se hace más fuerte.
En 1986 recordamos el 450 aniversario de la adopción de la Reforma en la ciudad de Calvino, Ginebra, queremos aproximarnos al genio del calvinismo, entendido como un sistema de valores bien definidos que busca, en todo, dar gloria a Dios, y que ve al mundo, en todas sus áreas como escenario de la actividad divina. Para tal fin, hemos de comenzar revisando las fuentes directas del calvinismo, su desarrollo en Europa, su traslado a Latinoamérica, a México, y, por último, analizaremos la situación actual de la Iglesia presbiteriana, heredera de aquella tradición, que si se conociera verdaderamente nos ayudaría a conocer el gran desafío de promover, cotidianamente, la expansión conciente y comprometida del reino de Dios sobre la tierra. Pensamos que las aportaciones de Calvino al trabajar en Ginebra, de la manera en que lo hizo, son un buen punto de partida para nuestra reflexión y nuestra acción. Todo esto, sin olvidar la necesidad de hacerlo con una visión crítica de nuestra tradición y de la realidad que nos circunda.

Juan Calvino (Jean Cauvin) nació en Noyon, Francia, el 10 de julio de 1509. Fue, pues, latino. Su padre era miembro de la burguesía de esa ciudad y trabajaba como secretario para el episcopado, además de otros cargos. Calvino comenzó sus estudios con los hijos de la familia Hangest, pariente del arzobispo en funciones. Luego de sus estudios elementales, en 1523 fue a París, donde cursó artes liberales en el Collage de la Marche y en el de Montaigu, una institución exigente y austera donde estudiaron también Erasmo, Rabelais e Ignacio de Loyola. Después de recibir la maestría en artes, su padre lo envió a la universidad de Orleáns para cursar estudios avanzados de leyes con notable jurista Pierre de L´Estoile, y estuvo brevemente en Bourgues para escuchar las conferencias del famoso maestro italiano de leyes Alciati. Volvió a Paris al morir su padre en 1531. Allí estudió con algunos de los grandes humanistas como G. Budé. Un producto notable de esta segunda estancia en París fue su primer libro, De Clementia, (Sobre la clemencia) acerca de la obra de Séneca, que apareció en 1532. Este trabajo establecía cuidadosamente el texto de la obra del filosofo romano que había sido dirigida a Nerón, y contenía un copioso comentario. Aquí se reveló Calvino como un humanista consumado, sobre el modelo de Erasmo y Budé, demostrando que podía escribir en latín con fuerza y elegancia, además de probar su buen conocimiento del griego y de la historia y literatura antiguas. Por otra parte, el estudio demostraba que Calvino tenía ya un gran interés en el análisis retórico, poniéndose al lado de los retóricos en su controversia con los dialécticos. Creía, con los retóricos, que la prueba esencial de la verdad de una proposición era su claridad y su capacidad para mover a los hombres; rechazaba la creencia de los dialécticos, que suponían que la mejor medida de la verdad era la facilidad con que una proposición encaja en un sistema lógico y coherente. Esta actitud tendría una importancia decisiva en su carrera como Reformador, y le daría una base sólida para la amistad con otros humanistas protestantes como Melanchton y Teodoro de Beza, quién llegó a ser su sucesor en Ginebra.
Poco tiempo después de la publicación de su estudio sobre Séneca, Calvino se convirtió al protestantismo. Años después diría que la conversión fue repentina, pero no agregó ningún otro dato sobre ella. Es posible que haya sido inducido por sus amigos humanistas del circulo de reformadores religiosos dirigidos Jaques Levfevre d'Etaples, que fueron perseguidos duramente por el gobierno y la mayoría de ellos permanecieron católicos. Luego de un conflicto en la universidad y de la proscripción real del grupo protestante, abandonó París (1534) y se estableció en Basilea un centro protestante, donde vivió bajo el seudónimo de Martinus Lucanius. Allí se consagró al estudio de la teología, concentrándose en la Biblia, así como a la revisión de los Padres Apostólicos y de los teólogos contemporáneos como Lutero y Bucer. La mayor parte de su conocimiento sobre teología católica la adquirió de dos textos medievales: las sentencias de Pedro Lombardo y los decretos de Gracián. El resultado de semejante estudio fue su obra maestra, la Institución de la Religión Cristiana, publicada en 1536, que en su forma inicial era un catecismo ampliado, en latín, organizado a la manera tradicional las doctrinas esenciales del protestantismo naciente. Contenía también un material suplemento contra los sacramentos que veía como falsos, y algunas ideas sobre la organización de la iglesia. Esta obra pronto le ganó la autorización de vocero autorizado del Protestantismo. Luego, revisó, tradujo y amplió sustancialmente el libro en ediciones subsecuentes. La edición latina definitiva apareció en 1559, la francesa en 1560, y la primera en castellano, traducida por Cipriano de Valera, en 1597. La Institución llegó a ser un manual sistemático y completo de la teología dogmática, el más influyente, de hecho, producido durante la Reforma. En ediciones posteriores desarrolló posturas diferentes en varios aspectos a las de los anabaptistas radicales (como Menno Simons) y espiritualistas así como de las enseñanzas de muchos teólogos luteranos.
En medio de la gran confusión que reinaba en Europa, y particularmente en Francia, se levantó un hombre: Calvino. El libro: la Institución de la Religión Cristiana. Nos ocuparemos del libro. Es un trabajo destinado a influenciar al rey de Francia para que tratase con benevolencia y comprensión a aquellos profesaban la fe protestante. Es así mismo una declaración de aquellas doctrinas evangélicas y bíblicas a las cuales el autor se hallaba ya definitivamente adherido. A la edad de 27 años Calvino es ya el maduro reformador y el interprete de la verdad de Cristo, mostrando en sus escritos la seguridad que tiene un hombre que conoce su verdad profundamente. En su prefacio dirigido al rey de Francia, Francisco I, Calvino explica cómo su intención original ha sido la de suministrar una especie de manual elemental de instrucción para sus compatriotas cuya mayoría esta sufriendo hambre y sed de Cristo y tan poco conocimiento tienen de él. Es sorprendente el arrojo y la intrepidez con que Calvino se dirige a su soberano.
El propósito de Calvino de edificar e instruir mediante este libro a aquellos que se acercaban a la luz de la fe Reforma, no sólo fue alcanzado, sino sobrepasado. El libro, más bien pequeño, que comprendía sólo 6 capítulos sobre la ley, el Credo, la Oración del Señor, los sacramentos, los cinco falsos sacramentos y la Libertad cristiana, el poder eclesiástico y la administración Publica fue vendido rápidamente. La 2ª edición apareció en 1539. Había crecido de tamaño hasta casi tres veces la edición original, con un total de 17 capítulos. El desarrollo del pensamiento de Calvino esta reflejado en el hecho de los dos primeros capítulos están dedicados al Conocimiento de Dios y Conocimiento del hombre. El conocimiento de la criatura está ligada al conocimiento de su creador, y este conocimiento es fundamentalmente para todos los demás conocimientos. De acuerdo con esto, forma una magnífica introducción para una gran obra de teología cristiana. En la edición de 1539 encontramos la famosa sentencia inicial, que fue impresa en todas la ediciones subsiguientes: “Casi la totalidad de la suma de nuestra sabiduría que debe ser considerada como verdadera y sólida sabiduría consiste en dos partes: el conocimiento de Dios y el de nosotros mismos”. En la epístola al lector, Calvino declara que su objeto fue “preparar y entrenar candidatos en sagrada teología por la lectura de la divina palabra, de tal forma que pudiesen tener una fácil introducción a la misma y proseguir luego en ella con paso inalterable.
La versión francesa (1541) muestra sus progresos literarios, al grado de ser capaces de eludir los artificios. Su prosa trata, sobre todo, de ser vehículo de la verdad. La dignidad, la sinceridad y completa ensilles de propósito son los contrastes del hombre y sus criterios. La obra, en su versión final, está dividida por Calvino en cuatro libros separados, que a su vez están subdivididos en un total de ochenta capítulos. El primer libro se titula “Del conocimiento de Dios creador”, el segundo, “Del conocimiento de Dios redentor, en Cristo, que fue manifestado primero a los padres bajo la ley y a nosotros, después, en el Evangelio”; El tercero, “El medio de obtener la gracia de Cristo: qué beneficios fluyen de ella para nosotros y qué efectos siguen”; y el Cuarto, “De los medios externos o auxilios por los cuales Dios nos invita ala unión con Cristo y nos mantiene en ella”. En otras palabras, queda cubierta la totalidad del campo teológico y bíblico, comenzando por la doctrina de la Creación por el único Dios y sus implicaciones, la autoridad de la Escritura, la Trinidad, la divina providencia y soberanía en los asuntos del género humano. Procede después con lo relativo al pecado, la caída, la servidumbre de la voluntad, la exposición de la ley moral, la comparación del Antiguo y el Nuevo Testamento y la persona y la obra de Cristo como mediador y redentor. Sigue luego con una consideración de la obra del Espíritu Santo en la regeneración, la vida del hombre cristiano, la justificación por la fe, la reconciliación, las promesas de la ley y el Evangelio, la libertad cristiana, la oración, la elección eterna y al escatología (las últimas cosas). Finalmente trata la doctrina de la Iglesia y su ministerio, su autoridad, su disciplina, los sacramentos y el poder del estado. Estamos, pues ante un monumento teológico cuya validez se ha mantenido con el paso del tiempo.
Después de la publicación de la Institución en 1536, Calvino salió de Basilea y fue a Ferrara, Italia, donde la duquesa Renata, hija de Luis XII de Francia, toleraba a los protestantes; quizá él, como humanista que era, tenía muchos deseos de conocer Italia. Poco tiempo después salió rumbo a Estrasburgo, pero la guerra entre Carlos V y Francisco I lo obligó a desviarse y pasar por Ginebra. Su intención era pasar solo una noche allí. Pero Farel vino a visitarle para tratar de convencerlo de que se quedara en Ginebra para ayudarlo en sus esfuerzos reformadores. Farel, exhibiendo su impetuosidad característica, le dijo que Dios nunca le daría su bendición si rehusaba la orden de asumir la responsabilidad del movimiento reformador. Calvino, abrumado por la vehemencia de Farel, decidió quedarse en Ginebra, ciudad-estado que se había hecho ya protestante. El primer paso para ello había sido la deposición del arzobispo-príncipe. Además, había eliminado los cánones de la catedral y destituido a los oficiales que regían en virtud de ellos. Una junta de burgueses elegidos había asumido el gobierno.
A causa de los problemas ocasionados por tales disposiciones el nuevo gobierno pidió ayuda a la vecina república de Berna, que en 1528 había adoptado el protestantismo predicado por Zwinglio y animaba a sus vecinos a hacerlo también. Los predicadores que habían estimulado un fuerte sentimiento anticatólico fueron Guillermo Farel y Pierre Viret. El gobierno proclamo la proclamación del Evangelio, prohibió los sacramentos católicos y expulsó a todos los sacerdotes y miembros de órdenes religiosas que no estuvieran de acuerdo. Pero la ciudad no había consolidado su Reforma cuando Calvino llegó: no se había desarrollado un ritual protestante, ni se habían fundado nuevas instituciones eclesiásticas. Calvino hizo un viaje rápido a Basilea por asuntos de negocios y volvió sus actividades en la ciudad trabajando, primero, como maestro de Biblia, encargado de explicar a la ciudadanía educada los cambios que estaba presenciando. (1537). En enero de ese año, junto con Farel presentó, para educar a los Ginebrinos en la fe reformada escribió la Breve Instrucción, una serie de proposiciones al consejo de la ciudad, que fueron aprobadas. Según las nuevas ordenanzas, la Santa Cena se celebraría 4 veces al año, la disciplina debía imponerse por medio de la excomunión, se prepararía un catecismo para los niños, se introduciría el canto congregacional y se establecerían algunas reglas para la observancia del domingo. En seguida, el consejo ordenó a todos los oficiales de los 26 distritos de Ginebra que dieran órdenes a la población de reunirse a una hora específica en la catedral de San Pedro para escuchar la lectura del catecismo, y promover aceptarlo como la única doctrina verdadera. Hubo mucha oposición a esta manera de actuar, pero el gobierno amenazó al pueblo con expulsar al todos los que no obedecieran la orden.
En poco tiempo Calvino fue llamado a predicar y pronto se hallaba utilizando su amplio bagaje cultural y sobre todo legal, que se mostró en muchas disposiciones mencionadas. La introducción de éstas fue prematura, porque surgió la sospecha de que se suplía un clericalismo por otro. El problema no era su promulgación, pues desde épocas medievales había edictos de esta clase, sino el temor a que fueran impuestos por la fuerza. En una decisión repentina, en 1538, Farel y Calvino fueron expulsados de la ciudad aunque las elecciones para el consejo del pueblo en febrero de 1537 les habían sido favorables. Sin embargo, los nuevos concejales de 1538 estaban en oposición a los reformadores. Cuando el consejo procedió a establecer nuevas medidas sobre la observancia de la Santa Cena comenzaron las dificultades. Calvino insistía en que el Estado no tenía autoridad para dictar órdenes al pueblo en los asuntos religiosos. El domingo de Resurrección Farel y Calvino rehusaron servir la comunión usando pan sin levadura. Por lo tanto, salieron exiliados. Farel se fue a Neuchetel, donde pasó el resto de su vida dirigiendo la reforma. Calvino, luego de algunas dudas, marchó a Estrasburgo, invitado por Martín Bucer, y llegó a ser pastor de una iglesia de refugiados franceses por espacio de tres años. De tal manera que su primera incursión en Ginebra fue poco menos que un fracaso, pero habría de volver. En Estrasburgo adquirió muchas experiencia que, a su regreso a Ginebra, le serviría para su obra definitiva.
En Estrasburgo, Calvino produjo una liturgia protestante para su congregación de refugiados franceses y desarrolló una serie de disposiciones para el gobierno de la iglesia. Además, participó en las negociaciones pangermánicas de alto nivel, tendientes a reconciliar a Protestantes y católicos. Esto le dio la oportunidad, entre 1539 y 1541, de tratar a prominentes teólogos luteranos como Felipe Melanchton, el jefe negociador protestante, con quien estableció una larga y fructífera amistad. El fracaso de estas reuniones convenció a Calvino de la inutilidad de negociar con los católicos como un paso para la reforma y la unión. Durante este periodo publicó su Comentario a Romanos (1539) y otras obras teológicas como el Breve Tratado sobre la Comunión. Se casó con Idelette de Bure, viuda de uno de sus conversos del anabaptismo, en 1540.
Mientras tanto, Ginebra estaba sumida en el caos. Los ministros protestantes que habían sustituido a Farel y a Calvino no eran muy hábiles para manejar los asuntos civiles. La presión puso a la ciudad casi en el camino de regreso a Roma. Tomando en cuenta esta situación, ciertos ginebrinos apelaron a Calvino cuando recibieron una carta del Cardenal Sadoleto, obispo de un lugar del sur de Francia en la que los llamaba a volver al redil de la iglesia Romana. En la Respuesta, Calvino resume admirablemente su posición teológica. Una mayoría de la elite de la ciudad se convenció finalmente de que sólo bajo la conducción de Calvino podría mantenerse el sistema protestante. Luego de largas negociaciones en las cuales se le prometió amplia libertad para construir un régimen reformado, volvió a la ciudad en septiembre de 1541. Ahora tenía frente así el enorme reto de construir la Iglesia Reformada en Ginebra. El primer paso para ello fue el establecimiento de una serie de ordenanzas eclesiásticas que fueron adoptadas por el consejo de la ciudad luego de pequeñas modificaciones. Hasta la fecha como base para la Iglesia de Ginebra, y han sido el modelo para las iglesias reformadas de otros países.
Estas ordenanzas establecieron 4 tipos de ministros para Ginebra: los maestros o doctores, los pastores-predicadores, ancianos gobernantes y diáconos encargados de la administración de la caridad. Los maestros tenían que descubrir la verdadera intención de Dios para la comunidad cristiana a través del estudio serio de la Biblia en sus lenguas originales, usando todos los recursos filológicos y teológicos a su alcance. Los pastores tenían la obligación de proclamar la Palabra de Dios desde los púlpitos, además de administrar los sacramentos. Los ancianos tenían que cuidar que toda la población aceptara la predicación y la usara como guía para su fe y conducta. Los diáconos por su parte estarían encargados de cumplir con las obligaciones sociales de la comunidad por la recolección y administración de fondos reservados para la caridad, y empleados en el cuidado de huérfanos, viudas ancianos y otros que no pudieran bastarse a sí mismos. Al principio, Calvino era el único doctor; comenzó a pronunciar, como antes con Farel conferencias públicas que eran en realidad comentarios sostenidos de la Biblia libro por libro, versículo por versículo. Muchas de ellas se publicaron después y algunas, hasta muy recientemente. Su contenido interesó a muchos ginebrinos y atrajo a un número de refugiados de otros países, sobretodo de Francia, pero también de Italia, Alemania, Inglaterra, en los países Bajos, España y Europa central.
Calvino dirigía un grupo de pastores, la Compañía de Pastores, cuyo número era de 9 en 1592, pero con el paso del tiempo a 19. Una vez a la semana se reunían con los ancianos para formar el Consistorio. Estos últimos vigilaban la vida moral de la ciudad y llevaban ante este cuerpo los casos que ameritaban sanciones, la mayor delas cuales era la excomunión, que se hizo oficial hasta 1555, luego de muchas discusiones. Los diáconos se asociaron con una institución, el Hospital General, que funcionaba como orfanatorio, casa de ancianos y asilo para enfermos mentales e impedidos físicamente.
Entre 1541 y 1545 mucha de la energía de Calvino fue dedicada a la realización de este sistema eclesiástico y político. Después, pudo dedicarse a la expansión del protestantismo Reformado en otros países, ya fuera por alianzas como en el caso de la reforma zwingliana, o por el rescate de reformadores aislados como los de la Iglesia Valdense, aún, por la instrucción de los exiliados como John Knox de Escocia, fundador de la Iglesia Presbiteriana. A pesar de todo su esfuerzo en Ginebra, nunca pudo ver totalmente realizadas en ella sus ideas de organización eclesiástica. Es preciso ir a la iglesia protestante de Francia, su país natal para ver completamente realizados sus ideales.
II. EL DESARROLLO DE LAS IGLESIAS REFORMADAS
Al morir Calvino, el 27 de mayo de 1564, su influencia aún no se extendía lo suficiente. Sin embargo, todo su esfuerzo comenzaría a rendir fruto en varios países europeos donde las ideas bíblicas y de organización eclesiástica y estatal que el iba tratando de establecer en Ginebra se habían difundido, ya fuera a través de sus escrituras o por los líderes religiosos que habían encontrado refugio en Ginebra. Las Iglesias Reformadas son las que se consideran calvinistas en su doctrina, diferenciándose de la luterana en varios aspectos. Las Iglesias presbiterianas tomaron su nombre del tipo de gobierno eclesiástico implementado por Calvino, y que se basaba en el gobierno de los ancianos o presbíteros, según el termino griego usado en el N. T. No obstante no todas las iglesias reformadas son presbiterianas en su forma de gobierno. En 1555 Calvino envió ministros entrenados en Ginebra a Piamonte y a Francia para entrar en contacto con los valdenses, un grupo reformista medieval que actuaba principalmente en Italia. También mandó pastores a su patria, donde se estaban formando nuevas congregaciones. Para 1562, los Hugonotes tenían unas 2150 congregaciones con una membresía de cerca de 3 millones de fieles. En una reunión celebrada en Poissy, en 1561, buscaron ser tolerados por la reina regente Catalina de Médicis. La masacre de una congregación por el duque Guise, los obligó a tomar las armas, lo cual complicó la situación hasta llegar hasta la tristemente célebre Noche de San Bartolomé, en agosto 23 de 1572, cuando miles de hugonotes fueron asesinados.
Como resultado de esa masacre, un diplomático y escritor protestante, Philip du Plessis Mornay, desarrolló una teoría de resistencia. Decía que cuando un monarca persigue a la verdadera religión, se hace rebelde contra Dios y su pueblo ya no ha de ser leal a su reinado. Unos años después, en 1598, el rey Enrique IV, promulgó el Edicto de Nantes, por el cual se permitía la profesión del protestantismo en algunas villas y castillos del sur de Francia. La paz finalizó cuando los hugonotes se alzaron para protestar por el establecimiento del catolicismo en el territorio de Beárn. Su esfuerzo concluyó con la caída de La Rochelle. Sin embargo, ese noble grupo de los hugonotes hizo una contribución duradera para el desarrollo del presbiterianismo. La forma presbiteriana de gobierno fue organizada por primera vez en territorio francés. El Sínodo Nacional de la Iglesia Reformada de Francia, en 1539, organizó consistorios a nivel congregacional, presbiterios a nivel regional y sínodos provinciales, estableciendo así el patrón para la organización de Iglesias Nacionales en otros países.
Por otra parte la causa reformada se había desarrollado en Heidelberg cuando Federico III, elector del Palatinado (Alemania), tomó como consejero a Gaspar Oleviano y Zacarías Ursino, que habían sido entrenados en Ginebra. Heidelberg llegó a ser un centro floreciente de la teología Reformada, donde se produjo el Catecismo de Heidelberg en 1562, una de las grandes confesiones de la fe reformada a nivel internacional. En los Países Bajos, cuando Guillermo de Orange, en 1559 decidió resistir al poder español, aparecieron muchas congregaciones reformadas, que pronto se asociaron al fuerte movimiento nacionalista, y que participaron en la lucha por la independencia entre 1566 y 1578. Debido a esta asociación la, la Iglesia Reformada se estableció al terminar la lucha y los sínodos nacionales adoptaron la Confesión Belga y el Catecismo de Heidelberg. Mas adelante, surgió la controversia como resultado de los escritos de Jacobo Arminio (muerto en 1609), profesor de teología en la universidad de Leiden, quien se opuso a la doctrina de la predestinación enseñada por Wiliam Perkins, teólogo inglés. Arminio afirmaba que la oferta por parte de Dios era universal, para todos los hombres, rechazando así la doctrina de la elección, puesto que los hombres son libres para aceptar o rechazar el ofrecimiento de Dios. Como consecuencia de esta dificultad, se reunió el Sínodo de Dordrecht, de noviembre de 1618 a mayo de 1619, con representantes de las iglesias reformadas de Inglaterra y Alemania. La decisión final fue en contra de los seguidores de Arminio, quienes abandonaron la Iglesia Reformada haciéndose independientes.
El Sínodo de Dordrecht (Dort) llegó a ser la piedra de toque de la ortodoxia reformada en el siglo XVIII. En Holanda, el primer vocero de esta postura fue Gisberto Voctius. A pesar de la controversia, el siglo XVII fue un periodo de florecimiento de la república holandesa, en los ámbitos cultural y comercial. Este último aspecto, investigado posteriormente, llevó a Max Weber a decir que el calvinismo dio origen al espíritu capitalista.
Inglaterra recibió su mayor influjo de influencia reformadas durante el reinado de Eduardo VI (1547-1553): Martín Bucer fue profesor en Cambridge; John Hooper (adiestrado en Zurich) fue nombrado obispo; refugiados franceses y holandeses establecieron una Iglesia de extranjeros en Londres; y los consejos de Heinrich Bullinger, Felipe Melanchton y Juan Calvino siempre fueron apreciados. Con la muerte de Eduardo y la restauración del catolicismo bajo María I, muchos protestantes ingleses se refugiaron en Zurich, Basilea, Estrasburgo y Ginebra. En 1558 –luego del acceso al trono de Isabel I -regresaron con la intención de reformar a la iglesia más allá de los deseos de la reina. De ahí, que cuando apreció la controversia puritana sobre los alcances de la Reforma en la Iglesia, en la década de los 1570, los reformados no tomaron necesariamente la postura de los puritanos, los cuales trataban de borrar todos los vestigios de “papismo”. El hijo de Juan Knox en Cambridge y el nieto de Zwinglio en Oxford, por ejemplo, se opusieron a los puritanos. Los obispos alineados junto a Israel se consideraban teólogos reformados, e insistían en aquellas obras de Calvino que favorecían al sistema de obispos en la iglesia. Bullinger, en Zurich, apoyó a los obispos ingleses, muchos de los cuales eran sus amigos. Los puritanos, durante los últimos años de Isabel, fueron subyugados, pero nunca perdieron la esperanza de una reforma más amplia. Ellos querían modificar a favor del gobierno presbiteriano y reforzar la disciplina en las congregaciones locales. Su oportunidad llegó en 1643 en la guerra civil, cuando se reunió la asamblea de Westminster. Sin embargo, debido al desarrollo de la guerra las reformas no se aplicaron como ellos querían.
Por otro lado, en Escocia, la Reforma se había iniciado desde el regreso de John Knox, quien había estado en Ginebra hasta mayo de 1559. Al año siguiente, el Parlamento escocés adoptó la Confesión Escocesa, la cual fue delineada en parte por Nox, pero no ratificó el Libro de Disciplina, que aplicaba los ideales ginebrinos a un sistema nacional. Se aceptaron solo aquellas partes diseñadas para mejorar la conducta del pueblo pero no las que limitaban el poder de los señores en el mando. Knox reacomodó las diócesis episcopales en 10 distritos, con un pastor superintendente cada uno, pero no imaginó un presbiterianismo desarrollado. El Presbiterianismo escocés fue promovido pro Andrew Melville (muerto en 1622), un teólogo y reformador educativo que había enseñado en Ginebra. El sistema episcopal había sido reestablecido en 1572. En oposición al episcopado sostenido por el poder civil, Melville luchó por una autoridad eclesiástica paralela pero no sujeta al estado. Entre 1576 y 1578 avanzó con sus propuestas, pero Jacobo VI (a Jacobo I en Inglaterra) lo expulsó en 1607. Cuando éste último llegó a ser rey en Escocia e Inglaterra, buscó la conformidad entre las iglesias de ambos países. El episcopado fue reestablecido en Escocia, pero con el aparato presbiteriano.
Aún bajo la forma episcopal de gobierno, la Iglesia Reformada de Escocia siguió las ideas litúrgicas de Knox, el esforzado adalid que le rogaba a Dios “dame a Escocia, o muero”. Carlos I continuó la política de Jacobo al usar al episcopado como sostén del poder real. Su incorporación de la importancia de la liturgia reformada en la iglesia escocesa precipitó la caída del episcopado en Escocia. Un libro de oraciones, que muchos consideraban como “papista”, fue introducido en Edimburgo el 23 de junio de 1637, dando como resultado un alzamiento que el rey no pudo controlar. Tuvo que conceder, por esa razón, un gobierno presbiteriano para Escocia. La decapitación de Carlos I por los Independientes ingleses, que habían sacado a los presbiterianos del gobierno, golpeó a los escoceses, pero poco pudieron hacer contra la fuerza de Oliverio Cromwell, jefe del gobierno, cuyo secretario llegó hacer el insigne poeta John Milton , autor de “el paraíso perdido”. La república impuesta por Cromwell, aunque breve (solo 10 años), modificó para siempre a la nación inglesa y sus leyes: la realeza reestablecida en 1660 se convertiría pronto en una monarquía constitucional. Promovido al rango de “protector” de la república, Cromwell no lo fue solamente de Inglaterra sino también de los Valdenses, del Piamonte y de la Reforma en el continente. Con la restauración del reino, Escocia volvió al sistema episcopal. Aquellos que permanecieron fieles a la Liga Solemne y al Pacto tuvieron que enfrentar tiempos verdaderamente difíciles, durante los cuales fueron virtualmente exterminados.
La colonización de la Nueva Inglaterra, resultó de las disensiones de los protestantes ingleses. En el reinado de Jacobo I, huyó una congregación de independientes y se asiló en Holanda. Una porción de esta iglesia compuesta de emigrados radica en Leyden, después de recibir de su pastor John Robinson la bendición apostólica, cruzó el Atlántico en el buque Mayflower, y en diciembre de 1620, fundaron la colonia de Plymouth. Mas tarde, en reinado de Carlos I, grupos enteros de conformistas partieron de Inglaterra y se fueron a formar la colonia de Massachussets. Ya en América, ambos grupos, de tendencias diferentes, adoptaron en común el sistema de gobierno congregacional. A su vez Roger Williams, londinense, de convicción calvinista elige emigrar para permanecer fiel. Funda en el Nuevo Continente la colonia de Rhode Island y la ciudad de Provincia.
En otros lugares de Europa también se extendieron las iglesias reformadas. En Hungría, crecieron ampliamente desde 1550. en 1566 y 1567 los sínodos húngaros adoptaron la Segunda Confesión Helvética y el Catecismo de Ginebra, y en 1576 se formó la Iglesia Reformada de Hungría, con obispos superintendentes electos por los concilios de pastores y ancianos. István Bocksay, príncipe de Transilvania, fue el héroe de la primer levantamiento de la Hungría reformada contra la casa de Habsburgo. Fue proclamado príncipe de Hungría por una dieta nacional; renunció pese a su victoria frente a las tropas imperiales que le permitiera firmar con el emperador Rodolfo el tratado de paz de Viena (1606). A partir de este tratado la libertad de culto estaba garantizada y el país sería gobernado, en nombre del emperador, por húngaros de nacimiento. En Bohemia, el trabajo de Jan Huss permaneció y se reforzó con el siglo XVI: en 1540 los Hermanos Checos entraron en contacto con Bucer y Calvino en Estrasburgo. Debido a los problemas causados por la intolerancia, comenzó la guerra de los Treinta Años (1618) que devastó terriblemente al protestantismo checo, que sólo pudo sobrevivir en el exilio. En Polonia, la contribución a la causa reformada la hizo el humanista John Laski el joven muerto en (1560), que había estado con Erasmo en Basilea en 1523. Llegó a ser superintendente de la iglesia Frisiana, con principios reformados. En Inglaterra, de 1549 – 1553, fue el superintendente de la Iglesia de extranjeros en Londres, y en 1556 ocupó el mismo cargo en la Iglesia Reformada Polaca, supervisando la traducción de la Biblia. Al polonés. Como resultado de la Contrarreforma, la iglesia reformada en ese país fue reducida a un pequeño grupo al principio del siglo XVII.

IV. LA IGLESIA PRESBITERIANA EN MÉXICO
El precursor del protestantismo en México fue Diego Thomson. Desembarcó en Veracruz en 1873 y marchó luego a la capital. Allí se dedicó a vender Biblias. En esta misma década, que vio el comienzo del trabajo de los Cuáqueros, se inició también la obra misionera presbiteriana, congregacionalista y metodista que construyeron sobre el fundamento de la misionera independiente Melinda Rankin. Esta misionera se sintió impulsada a trabajar en México por ciertos informes de los soldados que habían estado en el país durante la guerra. Empezó a trabajar de manera independiente. Se estableció primero junto a la frontera mexicana, pero a partir de 1866 radicó en Monterrey. En 1872, por motivos de salud regresó a su patria y traspasó su obra a los congregacionalistas y presbiterianos del norte. Al parecer, tuvo gran éxito, y este se debió en buena parte al modo en que supo organizar y movilizar a los propios mexicanos para la evangelización del país. La obra presbiteriana comenzó formalmente cuando en 1871, y en Zacatecas, una congregación organizada por el impulso de la señorita Rankin, pidió que se le enviase un pastor. Puesto que quienes apoyaban a Rankin no podían hacerlo, pidieron ayuda a la I. Presbiteriana de los Estados Unidos a través de su junta en Nueva York. Esta les envió 7 misioneros que se establecieron en la capital, pero pronto su obra se extendió a los estados vecinos. En 1883 fueron ordenados 10 ministros mexicanos y se organizó el primer presbiterio del país.
Entretanto, los presbiterianos del sur de los Estados Unidos también habían comenzado a trabajar en México, y en 1888 constituyeron su primer presbiterio. La membresía presbiteriana creció rápidamente hasta el año se 1910, luego decreció durante el periodo de la Revolución —aunque no tan marcadamente como la congregacional y la de los Cuáqueros—. Sin embargo, una ves pasado el episodio revolucionario, la Iglesia Presbiteriana creció rápidamente. La iniciativa para organizar una Iglesia Nacional en México, había surgido del Presbiterio de Zacatecas. Dicho Presbiterio mandó una invitación a los Presbiterios de Tamaulipas y de la ciudad de México para nombrar comisiones que estudiasen el asunto. En julio de 1901 se organizó el Sínodo General, en “ El Divino Salvador”. Hasta 1944 se constituyó el Sínodo del Golfo y en 1947, el Sínodo Nacional del Centro. En este último año ya estaban dadas las condiciones para organizar formalmente la Asamblea General de la Iglesia, lo cual se llevó a efecto el 28 de noviembre. Este acontecimiento decisivo se realizaba en los primeros años de la post-guerra, la guerra fría se hallaba a la vuelta de la esquina, el anti-comunismo se volvería la nota dominante, pero sobre todo, el desarrollo industrial promovido por el régimen Alemán estaba por darle una nueva fisonomía al país. En estas condiciones, nace la Iglesia Presbiteriana como un organismo plenamente nacional y tiene que enfrentarse a la difícil contraposición entre fundamentalismo y modernismo, herencia casi obligada de los conflictos en el interior de la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos.
Aún no podemos hablar de la resolución de este problema en el seno de la Iglesia en México, pero sí podemos notar que a pesar de él, la Iglesia siguió creciendo, numéricamente, aunque algunos aspectos comenzaban a soslayarse. Sus empresas como la Casa de las Publicaciones “El Faro” y el Seminario Teológico Presbiteriano, siguieron adelante contribuyendo con su aportación a la causa presbiteriana. Para 1962 el presbiterianismo era la mayor de todas las denominaciones protestantes en el país. Buena parte del crecimiento numérico ha tenido lugar en Tabasco, donde pareció operarse una conversión en masa de la población mestiza. También se ha experimentado notable crecimiento en los Presbiterios de Chiapas y Yucatán. En 1963 se comenzaron los trabajos para la celebración del Centenario en 1972. Este acontecimiento propició la publicación de un libro conmemorativo que recoge una cantidad enorme de información acerca de la obra presbiteriana en el país.
Podemos decir que se ha experimentado cierto avance en aspectos organizativos, así como se han descuidado otros. La tendencia general de las Iglesias es volver los ojos hacia el pasado para celebrar el esfuerzo de paladines que dejaron profunda huella. Creemos que lo que se hace necesario es una revisión histórica mesurada de los aciertos y errores en la ya larga vida de la Iglesia Presbiteriana, para valorar todas las cosas que se hacen a la luz de la promoción del Reino de Dios. Después de todo, la Iglesia no es un fin en sí misma.

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