Monday, November 13, 2006

Teología, biografía e historia: Calvino y el protestantismo francés desde una perspectiva mexicana, L. Cervantes-Ortiz

Cencos. Iglesias, octubre de 201
www.prodigyweb.net.mx/cencos/iglesias/octubre2001/iglesias%20-%20oct2001%20-%20calvino.htm

La biografía y la historia se pertenecen mutuamente […] Aunque intentemos cercar nuestro espacio conseñales de “propiedad privada”, aun cuando nos neguemos a mirar a un mundo que nos ataca, aunque tengamos la ilusión de estar viviendo nuestras vidas individuales, la verdad es que nuestros destinos personales están profundamente arraigados en los destinos de la civilización. Nuestra biografía es siempre, de una forma o de otra, un síntoma de las condiciones que prevalecen en nuestro mundo. Esta es la razón de que frecuentemente descubramos que, a pesar de vivir en lugares diferentes, en contextos políticos distintos, nuestras biografías son sorprendentemente algo así como versiones diferentes de un mismo texto. Todas ellas tienen la misma estructura. Muestran la misma trama, la misma secuencia de esperanzas y frustraciones […]También la teología y la biografía se pertenecen mutuamente 1
RUBEM ALVES

1. EL SECUESTRO DE LA TRADICIÓN REFORMADA
Para empezar, quiero agradecerle profundamente a Rubén Arjona Mejía la oportunidad que nos proporciona su tesis de licenciatura para celebrar el mes de las Reformas Protestantes acudiendo a una de sus fuentes y variantes principales, la de Juan Calvino, el insigne francés. Desde que apareció el extraordinario film La Reina Margot, no había experimentado con tanta emoción el acercamiento a esa zona tan olvidada de la historia del protestantismo. Más recientemente, el conocimiento y la lectura de la revista Réforme también me había obligado a voltear la mirada hacia esa franja geográfica, teológica y cultural que nos ha sido tan ajena gracias a la mediación del protestantismo misionero estadounidense, de corte fundamentalista. Agradezco al cielo que los nefastos propósitos de los organizadores de la “Noche de San Bartolomé” no se hayan cumplido, ni siquiera con los siglos que han transcurrido, y que podamos posar nuestra memoria en aquellos años, con la certeza de que los logros reivindicadores de la disidencia religiosa sean los que se siguen realizando hasta hoy.
Hace pocas semanas he leído y analizado en profundidad la biografía de Lutero escrita por Lucien Febvre y publicada hace años por el Fondo de Cultura Económica e inevitablemente tuve que compararla con el brevísimo esbozo biográfico de Calvino que publicó alguna vez para tratar de aclarar algunas confusiones acerca de la Reforma en Francia. En su trabajo sobre Lutero, utiliza un método que logra demostrar hasta qué punto el luteranismo posterior a él se convirtió, progresivamente, en una negación de sus intuiciones y luchas originales. Cuando leía estas cosas, vino a mi mente el hecho de que a Calvino le ha sucedido algo similar debido a que, por lo menos en Amperica Latina, no hemos contado con versiones creíbles y confiables de la tradición reformada. Lo que llegó hasta nosotros, mediado por el filtro cultural anglosajón y por ideologías como la del destino manifiesto, ha limitado bastante la apreciación y experimentación de una tradición que, como estamos siendo testigos hoy, sigue vigente.
De ahí que desplegar un esfuerzo intelectual y espiritual interesado en explicarse las peripecias del propio Calvino y de su influencia en la disidencia religiosa de su patria en pleno siglo XVI, me parece sumamente meritorio, sobre todo si consideramos que en México —y me refiero específicamente a las instituciones de educación teológica— no existe mucho interés en profundizar en las raíces de las prácticas y mentalidades que hemos heredado, las más de las veces acríticamente, de los movimientos misioneros que originaron a las iglesias o denominaciones cristianas no católicas. Reconstruir la vida y ambiente histórico de Calvino —como de otros reformadores—, estudiar sus obras y preguntarse acerca de su pertinencia para nuestro tiempo, son tareas encomiables y críticas, justamente porque no se practican mucho. Todo ello se sitúa en la trinchera dedicada a rescatar de su secuestro a las diversas tradiciones cristianas que conviven en nuestra sociedad.

2. RECONOCIMIENTOS FORMALES
2.1 La estructura del trabajo
A los méritos ya señalados, habría que comenzar este recuento agradeciendo la brevedad de la investigación. En 74 páginas, Arjona nos lleva al fascinante y complejo mundo de la Reforma francesa. Luego de introducirnos sus preocupaciones esenciales, el primer capítulo es la justificación teológica de la resistencia, siguiendo las ideas de Calvino expresadas en la Psychopannychia, de la Institución y de otros textos: “En Psychopannychia Calvino establece con toda claridad la relación entre escatología y ética” (p. 6). Discute los conceptos de obediencia y resistencia y deja bien claro que Calvino no propugnó directamente la resistencia, sino dentro de un marco sociopolítico determinado por la existencia de los magistrados, un tipo de intermediarios entre la monarquía y el pueblo. En ellos veía la posibilidad de resistir a los gobiernos inicuos, quienes, con todo, eran depositarios de la administración de la piedad en medio de la nación. Esta tarea era la puerta para asumir la vocación de resistir a una monarquía que únicamente se solazaba en sus caprichos y despilfarros. El capítulo cierra con el planteamiento del dilema político calviniano (característica propia de la teología protestante, según Barth) fundado en un par de citas de este teólogo suizo, donde afirma que la enseñanza de Calvino “sólo puede proveer una base para la posibilidad de lo que puede y debe suceder en el lado humano en obediencia a Dios… No puede proveer la base para la realidad. Pues esta realidad es siempre humana, temporal, de este mundo” (p. 24).
El segundo capítulo, más histórico, expone la praxis de Calvino como fuente de validez que responde al planteamiento anterior. En otras palabras, le otorga más valor a lo que hizo Calvino que a las ideas expuestas con más o menos rigor. Al explorar la forma en que creció la causa calvinista en Francia, la acción consistente en escribir y predicar se muestra con el empuje y la fuerza necesar como para influir de manera determinante en su patria. Es notable la forma en que se rastrean los documentos salidos de la pluma de Calvino y que recibieron la censura de las autoridades eclesiásticas en La Sorbona, así como otros libros producidos en Ginebra.
El tercer capítulo, “La república en la república”, aterriza en asuntos más puntuales de la época, donde lo político aparece con mayor intensidad. Subraya cómo la organización de una estructura eclesial visible en 1559, propiciada por el constante apoyo de la iglesia de Ginebra, fue el germen de la revolución y de las luchas religiosas. En esta trama se dieron cita las fuerzas que apoyaban la causa calvinista en Francia y los impresores ginebrinos (que en 1561 publicaron 48 títulos subversivos). El tráfico de libros se convirtió en un mercado negro que alimentó la fe y la esperanza de miles de franceses. Dos principios establecidos por el propio Calvino guiaron a las comunidades protestantes francesas: la clandestinidad y el esfuerzo por ganar a la nobleza. Y justamente cuando la dirección del movimiento pasó a manos de los nobles, las cosas se precipitaron hacia la lucha armada, algo que Calvino no buscó, pero ante lo que tuvo que reaccionar, en medio de las negociaciones que no llegaron a culminar favorablemente para el movimiento disidente. Fruto de su estudio y reflexión fue el comentario al libro de Daniel, que dedicó a los “adoradores piadosos de Dios que desean que el reino de Cristo se establezca fielmente en Francia” (p. 56), y a quienes veía reflejados como en un espejo en la historia bíblica del libro en cuestión. Calvino tuvo que poner en práctica, entonces, el providencialismo pragmático.
Las conclusiones arman un conjunto de reflexiones teológicas como resultado de la investigación. Calvino no ignoraba las consecuencias revolucionarias que tendría el desarrollo del protestantismo francés, de modo que se vio en la necesidad de afrontarlas con el fin de discernir la presencia de Dios en la historia, debajo de las máscaras con que se esconde (Barth). Como al final de su vida se puso la máscara de la revolución, a Calvino le costó más trabajo entenderlo, pero hizo el esfuerzo de acompañarlo “en la clandestinidad, en la censura y hasta en la revolución” (67). La “emoción moral”, uno de sus varios méritos literarios y estilísticos, fue el elemento que le dio congruencias a sus palabras y consolidó su influencia entre quienes lo leyeron. El reformador que se vio obligado a administrar los sacramentos en cuevas nos da una lección mayúscula: la de volver a empezar desde la clandestinidad siempre que “los templos cristianos se convierten en negocios e intentan justificar su existencia con una ‘teología de la corte’” (p. 68). La tesis termina preguntándose si estamos dispuestos a quitarle las máscaras a Dios, comenzando por las más contradictorias.

2.2 La investigación bibliográfica
En este punto hay que insistir en varios aspectos. Primero en el notable esfuerzo de bucear en la obra de Calvino y en el océano de la bibliografía sobre él. Afortunadamente ahora existen recursos más modernos que permiten tener la Opera Calvini prácticamente en la mano, pero aún así el manejo que hizo el autor de una bibliografía abrumadoramente inaccesible para nosotros constituye un mérito más de su trabajo.
La selección de autores, la búsqueda de citas iluminadoras que pudieran alumbrar las zonas menos visitadas de la vida y obra de Calvino, para después emprender el fatigoso camino de la traducción, todo ello dirigido, con una idea en la mente, hacia la articulación de un retrato fiel de la persona, de la época y de las mentalidades religiosas, levanta este compacto edificio, auténtica rara avis en el medio presbiteriano en México. Por lo que promete, en términos de futuras investigaciones por parte de su autor, me atrevo a recordar el desafío que para los protestantes mexicanos han sido las obras del ya desaparecido profesor Juan A. Ortega y Medina, quien con sus acercamientos críticos a la Reforma Protestante y al tema del destino manifiesto, iluminó también muchas franjas históricas que permanecían en tinieblas.
Voltear la mirada a las fuentes originarias del protestantismo reformado es contribuir a liberarnos de la dictadura ideológica de muchos intermediarios estadounidenses, muchos de ellos dominados por los demonios del etnocentrismo y del fundamentalismo, como si ser protestante en México fuera, parafraseando al escritor Ambrose Bierce, una auténtica eutanasia (porque él se refería a ser gringo en México, la misma hazaña, sólo que al revés…). Entre toda la extraordinaria bibliografía consultada sólo echaría yo de menos dos libros: The Constructive Revolutionary. John Calvin & his Socio-Economic Impact (El revolucionario constructivo. Juan Calvino y su impacto soio-económico), de W. Fred Graham (quien aparece con otros trabajos), y La pensée économique et sociale de Calvin, de André Biéler.

2.3 Los puntos críticos: historia y teología política
El libro es, en sí, el análisis de una de las grandes lecciones históricas de teología política dentro de la tradición reformada: Calvino, teórico de la “sumisión insumisa”, se ve obligado por las circunstancias a fundamentar y apoyar una rebelión armada contra la monarquía francesa en nombre de la libertad de culto y de la tolerancia. Ya no le quedaban atajos para escapar o para buscar una salida decorosa, pues todas serían indecorosas. Al no dirigir ya, desde fuera, a las comunidades, éstas, debido a la situación, enfrentaron una coyuntura inesperada: sus nuevas alianzas y compromisos los condujeron a la revolución.
Este es el Calvino menos famoso, el que debe responder a la historia de su patria y a sus convicciones cristianas pocos años antes de morir. No era ya sólo el prolífico exegeta de las Escrituras, ni el dirigente internacional apoltronado en su cómodo sillón, sino un militante más de la disidencia religiosa que ya no pudo volver a su país.
Algunos aspectos de teología política llaman particularmente la atención. Por ejemplo, el tema de la vocación sacrosanta del magisterio, que si bien ya es muy difícil de encontrarle aplicabilidad en la actualidad no deja de subrayar la responsabilidad ciudadana (diríamos hoy) de sectores bien determinados de la sociedad. Una de las funciones del gobierno civil sería la de velar por la piedad del pueblo, porque, en opinión de Calvino:
Porque este reino espiritual comienza ya aquí en la tierra en nosotros un cierto gusto del reino celestial, y en esta vida mortal y transitoria nos da un cierto gusto de la bienaventuranza inmortal e incorruptible; pero el fin del gobierno temporal es mantener y conservar el culto divino externo, la doctrina y religión en su pureza, el estado de la Iglesia en su integridad, hacernos vivir con toda justicia, según lo exige la convivencia de los hombres durante todo el tiempo que hemos de vivir entre ellos, instruirnos en una justicia social, ponernos de acuerdo los unos con los otros, mantener y conservar la paz y tranquilidad comunes (Institución de la religión cristiana, IV, xx, 2) (p. 10).
Y dice luego, antes de citar a Michael Waltzer: “Resulta así que el gobierno juega un papel importante en los procesos de santificación de las comunidades. ‘La lucha por una nueva comunidad humana que sustituya al Edén perdido se convierte entonces en un asunto de actividad política concreta’” (Idem).
La opinión de Calvino, lejos de ser ingenua, presupone también el comportamiento general de quienes ejercían el gobierno:

Mas como de ordinario acontece que la mayoría de los príncipes andan muy lejos del verdadero camino; y que los unos, sin preocuparse para nada de su deber, se adormecen en los placeres y deleites; otros, dominados por la avaricia, ponen en venta todas las leyes, privilegios, derechos y juicios; otros saquean al pobre pueblo para proveer a sus despilfarros injustificados; y otros se dedican sencillamente al bandolerismo, saqueando casas, violando doncellas y casadas, y matando inocentes… (irc , IV, xx, 24) (p. 11).


Esto lo comenta Arjona de la siguiente manera:

Ante esta descripción tan cruda de la realidad Calvino no duda en afirmar que estos gobernantes, a pesar de sus vicios y defectos, “tienen la majestad y dignidad que Él ha dado a los legítimos gobernantes” (irc, IV, xx, 25). Para explicar el punto, Calvino cita el caso de Nabucodonosor en la profecía de Jeremías (27,5-8,17). Calvino entiende que Nabucodonosor debía ser honrado y obedecido a pesar de ser un “cruel y perverso tirano”, sencillamente porque tenía el poder (irc, IV, xx, 27). De esta manera los tiranos pierden su legitimidad delante de Dios, pero por poseer la autoridad deben ser considerados por la gente como legítimos gobernantes hasta que Dios en su providencia lo determine (irc, IV, xx, 25) (pp. 11-12).


¿Cuál debe ser entonces la actitud de la gente ante el gobierno de un tirano? La respuesta a esta pregunta acuciante Calvino sólo pudo obtenerla mediante el enfrentamiento con circunstancias inesperadas, porque, argumenta Arjona, siguiendo a Walzer, “la cuestión del derecho a la resistencia es algo que sólo puede determinarse post facto” (p. 20). A la primera actitud ante la gestión de un gobernante infiel, analizar sus propios pecados, le va a seguir una actitud de reflexión coyuntural, para luego responder activamente, con solidaridad, consejos y recursos al alcance de la mano. Con todo “la insumisa sumisión del testimonio de los mártires es una arma nada despreciable para librar las batallas de Dios”, como escribió H. Höpfl (p. 13). Un largo camino de aprendizaje separaba a las primeras intuiciones, hasta llegar a entender a la resistencia como deber y vocación, porque como bien insiste Arjona, “a insistencia en la obediencia y sometimiento a la autoridad, inclusive a los tiranos, no significa que Dios no actúe en favor de los oprimidos. Calvino afirma que Dios puede levantar a algunos de sus siervos con el propósito específico de castigar al tirano” (p. 14).
Otro aspecto relevante es el de las implicaciones democráticas del pensamiento de Calvino, pues aunque toma ejemplos del mundo grecorromano, su aplicación no resulta tan clara. Lo que sí queda claro es que identificó los intereses del pueblo con los designios divinos: “En realidad, para Calvino no hay contradicción entre el deber de los magistrados para con Dios y para con la gente. Los intereses de Dios y del pueblo son paralelos porque es Dios quien les ha asignado la tarea de velar por el bien público” (p. 20).

3. OBSERVACIONES

3.1 La importancia del libro y de la lectura
Milton es el emblema del libro, pues una cita suya habla del valor vivo de una obra escrita y de su eventual influencia sobre la posteridad. La historia de la lectura en Occidente, según muestra un volumen colectivo publicado recientemente incluye un capítulo importante acerca de la Reforma, aunque algunos comentaristas despistados no entiendan bien de qué se trata.
2 La lectura de la Biblia y de otros libros relacionados constituyó una verdadera revolución cultural en las sociedades del siglo XVI, tan cerradas a la posibilidad de una renovación de amplias proyecciones.
El paralelismo con la Nueva España es inquietante pues muchos libros prohibidos entraron aquí a pesar del terror causado por la Inquisición. Poco a poco las lecturas prohibidas fueron influyendo en las conciencias, al grado de que, después de la Revolución Francesa, se atribuían a los libros relacionados con ella efectos perniciosos como los que después desencadenaron la lucha por la independencia. Jean Meyer ha demostrado el tipo de lecturas que movieron a Hidalgo a encabezarla. Arjona nos invita a reconocer la importancia de la letra impresa para la difusión de las mejores causas: “Bien nos haría en nuestros días recordar la capacidad revolucionaria de la palabra escrita fundida al calor del encuentro con Dios, palabra llena de convicción, que no se vende ni se negocia” (p. 66).

3.2 La metodología teológico-histórica
Todo el libro está permeado por la lectura de un libro capital de Barth: The Theology of John Calvin, traducido al inglés no hace mucho. Dos temas sostienen el análisis: las máscaras de Dios, un postulado cercano a la teología de la liberación, y la idea de quedar “abandonados al amparo de la Palabra de Dios”.
Sobre el modelo de misión, el principio de ganar a la alta nobleza, válido para el siglo XVI (“Con la esperanza de generar una transición ordenada y pacífica, Calvino enfatizó la importancia de ganar a la nobleza para la causa protestante”, p. 64), la perspectiva histórica presenta un interrogante conflictivo: esta metodología ¿es igual o parecida a la práctica de sembrar iglesias dirigiéndose a núcleos de clase media alta en México?
La teología y la historia confluyen irremediablemente en un análisis de este tipo de sucesos. En ocasiones, la necesidad de explicar acontecimientos y dinámicas sociopolíticas oscurece la necesaria reflexión sobre las motivaciones de fondo de los actores y protagonistas. No es el caso esta vez, puesto que el autor ha desplegado una visión muy equilibrada de los hechos y hasta nos deja al final con un suspenso que llena con las conclusiones, teológicas a más no poder, aderezadas con unos toques casi imperceptibles de actualidad.

4. PUNTUALIZACIONES
4.1 Una pastoral desde el exilio
La pastoral que practica Calvino desde Ginebra es un asunto particularmente relevante: se trata de una verdadera pastoral desde el exilio, que aunque geográficamente cercano, no dejó de ser un impedimento para que su presencia física influyera de manera directa sobre el curso de los acontecimientos. Ya hemos visto cómo suplió esa falta. Su empeño, no obstante, fue persistente en delinear una conducta eclesial pertinente y profética, puesto que no resultaba nada fácil promover ni la sumisión pasiva, ni la rebelión armada, en un contexto plagado de ambiguedades. Arjona ve justamente en la ambigüedad una de las virtudes de Calvino:
Irónicamente, sin embargo, su estilo también es magistralmente ambiguo. Calvino posee la virtud suprema de la política: la ambigüedad (Walzer, The Revolution of the Saints, p. 23). El fundamento de esta ambigüedad es de carácter teológico. Y es que al llegar a la cúspide de su exposición, el teólogo reformado debe callar. Es entonces cuando la teología reformada se impone y nos abandona en la cima, o mejor aún, nos abandona en las manos de Dios (Barth, p. 205). Frecuentemente al leer a Calvino experimentaremos esta sensación. Cuando parezca que hemos alcanzado la cima en realidad nos daremos cuenta que hemos sido abandonados al amparo de la Palabra de Dios (p. 4).
Las últimas secciones de la Institución han sido leídas e interpretadas de muchas maneras, en la búsqueda de un Calvino más abierto a las posibilidades históricas. No obstante, la labor no es sencilla, pues muchas veces se quiere imponer un criterio posterior a lo afirmado por él. Lo cierto es que urge releer todo el texto de la Institución para poner al día la utilidad de sus intuiciones doctrinales, teológicas y prácticas. En ese sentido, su carácter original, de instrumento de una pastoral del exilio, no debe ser olvidado.

4.2 Lecciones para interpretar las coyunturas en clave bíblica
El uso de la Biblia es un asunto particularmente exigente en la actualidad del protestantismo latinoamericano y mexicano. En el primer nivel existe un grupo de biblistas que ha avanzado bastante más que la mentalidad de las comunidades, lo cual no deja de ser lamentable para éstas. Debido al deterioro de la herencia protestante clásica en este sentido, lo que ahora vemos en México es algo deprimente: en la Expolitec (18-20 de octubre 2001) es posible ver la escultura de un sacerdote hebreo, con efod y todo, lo cual es una muestra de la mentalidad pro-israelita acrítica que permea la mente de las iglesias evangélicas mexicanas, que suponen que conocer la Biblia y su mensaje consiste en ese tipo de espectáculos.
El asunto central es poner a dialogar el mensaje bíblico con las exigentes circunstancias sociopolíticas, una tarea hermenéutica seria que demanda todas nuestras energías. Arjona aporta un buen debate acerca de las armas bíblicas para la resistencia política:
Así, por ejemplo, al citar el caso de la liberación de Israel de manos de la tiranía de Faraón Calvino afirma: “porque los primeros, como eran llamados por Dios con legítima vocación para tales empresas, no violaban la majestad real que Dios ha ordenado, al tomar las armas contra los reyes; sino que, armados por Dios, corregían la potencia menor con la mayor, ni más ni menos como es lícito a los reyes castigar a los nobles” (IRC, IV, xx, 30). P. Wernle considera que Calvino hace uso de un sofisma al utilizar estos ejemplos bíblicos con el fin de justificar la resistencia como vocación divina; en realidad, afirma este autor, Calvino se contradice en su intento por defender el derecho a la resistencia. Barth responde diciendoclaro, no tiene nada de sofístico y no es producto del biblicismo. El tema central de Calvino es el gobierno de Dios, y el gobierno de Dios, asegura Barth, puede hoy usar la máscara de la tiranía y mañana ponerse la máscara de la revolución, pero Dios seguirá siendo el mismo (p. 15).
Si no había biblicismo, tampoco había bibliolatría fundamentalista, literalista. La gran tradición exegética reformada nacía de cara a las realidades políticas, una lección que en América Latina se ha recibido por otras vías. Mucha gente supone que dominar el mensaje bíblico es citar de memoria párrafos extensos, cuando el problema radica en qué Dios se está revelando en la situación del momento y en qué forma. Esa es, quizá, la máxima aportación de esta tesis. ●


1) R. Alves, “Del paraíso al desierto: reflexiones autobiográficas”, en R. Gibellini, ed., La nueva frontera de la teología en América Latina. Trad. A. Ortiz. Salamanca, Sígueme, 1977, pp. 268-269.
2)Cf. D. Mir, nota en “La Crónica Dominical”, 7 de octubre de 2001, p.12.

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